Fernando

Esta mañana, merodeando por una librería, he dado con un pequeño volúmen de cubiertas de color borgoña en cuya cubierta se puede leer "Bichografías" de Fernando Krahn. Recuerdo la última vez que estuve con Fernando, hace poco más de un mes, que me habló apasionado de este librito, y de lo que había disfrutado dibujando las biografías de sus bichos imaginarios en una libreta Moleskine que le había regalado Elena, su editora. Sensible y atento -siempre me hablaba en catalán, supongo para evitar ver como las palabras de la lengua de Cervantes se atascan entre mis dientes-, también me contó, repleto de ilusión, de esa ilusión de los niños la noche de Reyes, muchos otros proyectos en los que estaba inmerso: la digitalización de todos sus dibujos, y sobretodo la creación de películas de dibujos animados de la Krahn Factory, una multinacional de la animación... formada por Fernando, su hijo Santiago y Carlos, el músico-técnico.
Compré el libro y me lo zampé antes de la siesta, y tenía pensado escribir alguna cosilla sobre el tímido genio de Krahn, sobre sus bichos, sobre su surrealismo irónico y sobre su mirada tierna, de niño travieso. Y habría escrito que sus bichos son una delicia de un humor socarrón oculto tras una pátina de surrealismo delirante, que puede parecer a veces terrible. Y que su dibujo también es una delicia gráfica oculta bajo una línea temblorosa que les ofrece un aspecto inquietante. Pero que en el fondo Krahn es un niño juguetón, que dibuja cosas que parecen terribles y crueles porque es lo que ve en mundo que le rodea con esos ojos tan grandes, tan abiertos, tan claros.
Pero debo escribir sobre otra circunstancia, porque Fernando se ha ido. Para reencontrarse con Maria de la Luz y con su hermano Pablo. Ha cerrado los ojos, y ha dejado abiertas muchas libretas.
Adiós, Fernando.